Hace poco, revisé un documental (de muchos) que se encuentran en Netflix llamado The Social Dilemma. Da risa la ironía, porque es justamente una plataforma de streaming que te muestra “lo que le interese” para que te quedes 12 horas pegado a su site y devores series, películas o micro documentales de los que “todos hablan” cuando existe contenido de gran calidad del que “nunca” te enterarás.
Bienvenido al Dilema Digital
Llevo 8 años dedicada al mundo digital, mi experiencia ha sido adquirida de forma autodidacta y en 80% desde la práctica, sin grandes títulos ni nada de eso, posiblemente existan “expertos” que tengan más experiencia, conocimientos y montones de actualizaciones, eso está bien… Pero, el conocimiento es poder y me gustaría conocer la posición ética de estos “expertos” respecto al Dilema Digital que hoy nos aqueja, y del cual les estaré conversando en las próximas líneas.
En 2013, en el corazón de mis años universitarios, comenzaba a sonar el cargo de Community Manager y decían “que eran profesionales que sabían crear, manejar y posicionar tu marca en RRSS”, era el boom, todos querían aparecer en la web era como estar presentes en el nuevo formato de tv. En aquel entonces, recuerdo que no existían estudios claros, ni nada que pudiese especificar cómo era que funcionaban las redes sociales y sus potenciales peligros.
En el año 2016 ingresé a hacer un postgrado en periodismo digital y junto a una experiencia laboral que despierta más mis sombras que mis luces, empecé a rozar la gracia de la generación de contenido digital. Para este momento, las redes sociales eran más que conocidas y comenzó mi cuestionamiento por muchos temas.
Ese año, una noche de mucho trabajo me llamaron al despacho de un “chivo pesado” porque quería posicionar unas “noticias falsas” en la afamada red social Twitter. Inicié una cruzada entre lo éticamente correcto (como profesional de las comunicaciones) y lo que el trabajo me exigía. Después del episodio, comencé a investigar con mayor profundidad lo que implicaba el uso de herramientas para el posicionamiento de noticias, empecé a investigar sobre el análisis de datos y también a revisar las “Políticas de Privacidad” de todas las apps y empresas de Silicon Valley.
2020: el año de la discordia digital
Instagram demandada por “espiar” a sus usuarios a través de la cámara de sus teléfonos. Tik Tok en tregua contra el lenguaje no violento, miles de empresas suspendieron sus campañas de adwords en Facebook por “la violencia verbal y las múltiples acusaciones de poca transparencia en el uso de datos”, Twitter reforzando su espina digital después de varios ciberataques. Google en juicio por el uso “ilegal” de información en campañas publicitarias por Australia.
Todo el escenario anterior, es sólo una pequeña muestra del colapso ético que viven algunas compañías y me atrevo a decir que es el comienzo de un escenario en el cual tendrán que sentarse a igualar las condiciones de acceso de información y transparencia para todos los usuarios.
Hoy ya no es un secreto que las grandes compañías de Silicon Valley hacen negocio con nosotros, con la información que dejamos para registrarnos en aplicaciones, buscadores, etc. Esto nos coloca al borde de la desigualdad en el acceso a la educación digital. En Latinoamérica, por ejemplo, existen los departamentos de investigación para el delito informático, los cuales sólo reconocen demandas asociadas a: usurpación de identidad y fraude (clonación).
Pero si demandamos por “mal uso de nuestra información”, acoso cibernético, ataque de hackers o algo similar, todo queda en nada. No se hace absolutamente nada. Son paños de agua tibia.
Ahora bien, ¿cuál es el dilema al que nos enfrentamos hoy? sencillo, cada vez son más los usuarios de todas las edades que tienen acceso a internet, a las aplicaciones, a la injuria digital y no atendemos la educación digital que todos necesitamos para exigir que nuestra información no sea comercializada, no sea tomada sin nuestro consentimiento.
Y hablo de ir más allá. No conformarnos con un “anuncio engañoso que diga, acepta cookies aquí para una mejor navegación”, “al insertar tus datos nos das permiso de usar tu información”. No, eso no es ni real ni justo. Necesitamos garantías digitales, necesitamos de una ética digital que nos respalde como usuarios. Si tú no navegas, si tú no te afilias, si tú no compras… las grandes compañías no existieran.
Lo que mínimamente que debemos exigir es:
- Propiedad de información
- Juicios por uso no correspondido de mis datos
- Filtros para niños y adolescentes que nos los expongan a la red oscura
- Transparencia en la información a la que accedo: que controlen sus algoritmos
- Transparencia en el uso de datos y afiliación a aplicaciones
- Corresponsabilidad neta y completa de las empresas que han permitido la fuga masiva de información personal
- Igualdad: si los hijos de ex trabajadores de Pinterest, Facebook, Instagram, Google y otros no usan esas herramientas porque son “peligrosas” porqué debemos exponer a nuestros hijos, sobrinos y familiares si son sometidos a ellas, aún conociendo la adicción que puedan causar.
Si quieres un consejo para comenzar, te invito a lo siguiente: sé la persona que para la cadena de noticia falsa, que comprueba la fuente de información que llegó a tu móvil, que denuncia la campaña de hackers, que se une a la causa justa y que lee las políticas de privacidad antes de decir “si”, lee más sobre las redes, ajusta tus horarios de conexión, abre la ventana y conecta con tu realidad. Los pequeños cambios son justos, necesarios y hacen la diferencia. Enfrentemos el Dilema Digital hoy.