Corría el mes de octubre de 1975, y en pleno apogeo del “boom de la salsa”, Jerry Masucci, dueño y señor del monopolio disquero Fania Records, tenía como objetivo el consolidar la salsa en el gusto del melómano estadounidense, y dio un paso gigante al firmar contrato con la multinacional CBS-Columbia (hoy día Sony Music).
Aun cuando la historia del contrato entre Fania Records y CBS está envuelta en desacuerdos, contratos no cumplidos, y cientos de riñas más entre ambos sellos y ejecutivos, a nivel musical, Fania arriesgó su monopolio para conseguir una mayor exposición, encontrando muchos altibajos en vez de éxitos que la terminaran de catapultar en la industria musical. Sin embargo, regalaría a los melómanos y amantes de la música producciones que hoy día se han convertido en discos de culto para muchos.
Estas producciones se diferenciaban mucho de los discos de estudio del monopolio, dado a que éstas trabajaban con una sección de cuerdas que, según César Miguel Rondón, cumplía una función más melódica que rítmica (es decir, servía más de acompañamiento a toda la orquesta, en vez de resaltar aún más a la percusión como en las charangas); las piezas musicales tenían arreglos más sofisticados (con armonías cercanas al Rock, Funk o al Jazz), y el repertorio (en su gran mayoría) era más instrumental que vocalizado.
La “nueva” Fania All Stars o “Fania Six” entre 1976-1979
Para lograr este objetivo, la estrategia de Masucci, que también contó con el aporte del músico, compositor y arreglista estadounidense Jay Chattaway, se basó en hacer una salsa más “americanizada” (es decir, mezclarla con instrumentos, ritmos, melodías y arreglos de la música mainstream del público promedio norteamericano). Además, para facilitar más las cosas, la banda original fue reducida sólo a su base rítmica: con Ray Barretto en las congas; Roberto Roena en el bongó y campana, y Nicky Marrero en los timbales; Johnny Pacheco en la flauta, voces, percusión menor y la dirección musical; Bobby Valentín en el bajo; y Papo Lucca en el piano (que sustituía a Larry Harlow, ya que éste no participaba más en las producciones de los “All Stars”); y que frecuentemente contaban con la colaboración del guitarrista Eric Gale.

No obstante, los discos que salieron en este período se les recuerdan más por una o dos canciones que como un todo, ya que más por caprichos de la directiva que por impericia de los músicos, el producto final no llegaba a conectar con el público norteamericano ni convencer por completo al público cautivo; aunque temas como “Ella Fue (She Was The One)”, “En Orbita”, “Coro Miyare”, “Te pareces a Judas” y los súper clásicos “Juan Pachanga (Daylight)” y “Sin tu Cariño”, éstos dos co-escritos e interpretados por Rubén Blades (de sonoridad vanguardista y letras ingeniosas), lograron salvar del olvido (casi) absoluto a esos irregulares álbumes.
Estamos hablando, pues, de ‘Delicate and Jumpy’ (1976), ‘Rhythm Machine’ (1977), ‘Spanish Fever’ (1978) y por último, el disco de nuestra entrega de hoy: ‘Cross Over’ (1979); el cual tendría una vital importancia (aunque también una gran particularidad) ya que re-definió la forma de hacer música para las Estrellas de Fania en los venideros años ochenta.

Para 1979, luego de que discos como ‘Only they could have made this album’ (1977), ‘Siembra’ (1978) y ‘Comedia’ (1978) (todos ellos producidos y co-arreglados por Willie Colón) habían roto todos los récords de venta, Fania Records estaba estancada y atravesaba por muchos inconvenientes: el retiro forzado de Ismael Rivera (su cantante mejor pagado) por problemas de salud; las propuestas musicales del Conjunto Libre o la Puerto Rico All-Stars eran más atractivas para el público; la nueva generación del merengue dominicano comenzaba a ganar terreno en el circuito neoyorquino; el éxodo de varios cantantes y músicos franquicia una vez cumplidos sus contratos con el sello; y el hastío del propio Jerry Masucci, llegando a declarar alguna vez que estaba cansado de hacer “siempre lo mismo” por 15 años . Además, el contrato con CBS-Columbia estaba por terminarse y, para agregarle más presión a la olla, no habían obtenido los resultados esperados.
‘Cross Over’ (1979)

“El crossover que nunca ocurrió”, (Larry Harlow)
Ante este desfavorable escenario, Masucci decidió producir un disco en el que pondría “toda la carne al asador” con el propósito de contentar tanto a los oyentes hispanos como cautivar al casi impenetrable público norteamericano. En esta ocasión, el nuevo álbum ‘Cross Over’ se concibió en que el lado A fuese solo de salsa, y que el lado B sea completado por temas instrumentales siguiendo la onda del “discomusic” (que en ese año llegaría a su punto más álgido con la infame “Disco Demolition Night”, en donde alrededor de 30 personas resultaron heridas) pero con el elemento “latino” como pieza clave.
Primera parte: Manteniendo el legado salsero
En el lado A, el promotor ítalo-americano no escatimó esfuerzos para llamar a los arreglistas más solicitados del momento como Louie Ramírez, Louie Cruz y Vincent Montana, Jr. (que se encargaría de todos los arreglos de cuerdas de los temas); y la orquesta se formó con Nicky Marrero, Johnny “Dandy” Rodríguez y Roberto Roena en las percusiones; Luis “Perico” Ortiz, Héctor “Bomberito” Zarzuela y Jimmy Frisaura (veterano de mil batallas de Tito Puente) en las trompetas; Ángel “Papo” Vásquez, Sam Burtis y Lewis Kahn (1946-2019) en los trombones; Papo Lucca en el piano; Louie Ramírez en el vibráfono; Don Renaldo en las cuerdas; Grant MacAvoy en la batería y percusión y Johnny Pacheco en la flauta, coros, percusión menor y la dirección.
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Como solistas estuvieron Celia Cruz y Rubén Blades (los únicos cantantes que se mantuvieron en el elenco estelar regularmente); y el coro lo formaron Tito Allen, Adalberto Santiago, Hector Casanova, Jimmy Sabater y Néstor Sánchez. Por último, la guitarra y el bajo estuvieron a cargo de Ronnie James (Distasio) y Salvador Cuevas (1955-2017), quien sustituía en el instrumento a Bobby Valentín y que, después de revolucionar al mundo de la salsa con sus “slaps & pops”, dobles paradas y demás juegos armónicos sacados del Jazz, el Funk, el R&B y el Rock; haría su debut con las Estrellas de Fania teniendo un papel muy importante en el desarrollo del disco.
“Los Bravos”
Esta primera parte de la producción comienza con el candente tema “Los Bravos”, donde Cuevas da una pequeña muestra de su virtuosismo en la intro, antes de la entrada del contrapunto entre unos metales agresivos, unas cuerdas dramáticas, y una guitarra (a cargo del invitado Eric Gale) que también quería meterse en la riña. Escrito y arreglado por Louie Ramírez, este track (que solo es una estrofa cantada por el coro) es una contestación (dicen las “malas lenguas”) a la Puerto Rico All-Stars, que en esos años estaban a la vanguardia de la salsa gracias sus ritmos vigorosos y sus arreglos de avanzada calidad. En el mambo, tenemos una conversación entre el vibráfono de Ramírez y los metales con los contundentes “slaps & pops” en el bajo de Cuevas (que haría un impactante solo con un overdub) de fondo, y que termina con una “moña” con cuerdas.
“Isadora”
Para el tema más comercial del álbum, tampoco Masucci se lo pensó dos veces en llamar al compositor de salsa más grande de todos los tiempos: el prolífico y (casi) omnipresente Catalino Curet Alonso, quien se encargó de entregar un tema que estuvo tanto a la altura de las ambiciones como a la altura de su intérprete, Celia Cruz. Estamos hablando del clásico “Isadora”, una guaracha en honor a la fenecida bailarina estadounidense y su influencia en el desarrollo y concepción de la danza contemporánea.
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El majestuoso arreglo de Louie Ramírez (que inicia con un fragmento del vals de “La Bella Durmiente” de Tchaikovski, y una dedicatoria con la voz en off de la misma Celia) le da una atmósfera académica e intelectual a la canción nunca antes percibido. Luego, con su incontestable virtuosismo al sonear y su poderosa voz de contralto, la “Guarachera del Mundo” capturó a la perfección la precisión literaria e investigativa del “Tite”, a la vez que le imprimió a la canción ese matiz tan característico que tanto embruja (incluso después de su muerte) al público. En el mambo final, Eric Gale toca su solo de guitarra en contrapunto con el coro de la canción entregándole al oyente una coda mucha más rica en armonía.
“Prepara”
Bajando los decibelios, el primer lado del disco termina con “Prepara”, una de las creaciones más raras jamás escritas en la historia de Fania Records, a cargo de Rubén Blades (su creador) y con los arreglos de Louie Cruz. Según nos cuenta César Miguel, la canción es un “son montuno desarrollado en el alarde de ubicar una tradición campesina en la estricta circunstancia urbana”.
Típico de la música campesina (en el caso venezolano como el pasaje, la tonada o el joropo), el café de la mañana antes de una dura jornada en el hato o en el conuco es de una importancia vital para los protagonistas; y Blades, con ayuda de unos sensuales y sinuosos juegos de cuerdas y unos hipnóticos “licks” de guitarra, logra crear una fascinante historia con una atmósfera inusualmente íntima.
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Un detalle a destacar es que en el minuto 1:23 el solo de guitarra de Gale evoca en cuanto a tonalidad a aquella frase de Bienvenido Julian Gutierrez en el tema “El Diablo” que cantara Tito Allen para el disco ‘Indestructible’ de Barretto en 1973, la cual rezaba “Espíritu burlón, tu no puedes conmigo”. Quizá solo sea coincidencia en cuanto al arreglo, sin embargo, para los conocedores se les hará muy semejante.
Es una de las canciones más largas que Blades haya escrito (dura 9:44 minutos), cuenta con un complejo trabajo de post-producción (uso de ecos, overdubs, delays…) y tiene unos cambios de ritmo muy propios del Rock Progresivo, lo que le da una sonoridad muy de vanguardia para su época, y que aún se sigue oyendo con asombro. También se llevan las palmas en esta canción Papo Lucca (que toca uno de sus solos de piano más delicados), y el maestro Johnny Pacheco con su flauta charangosa.
Segunda parte, sin pena, ni glorias
Del lado B, se encuentra lo que sería la segunda parte de esta producción y, aun así, no hay mucho que destacar. Sólo podemos decir que ese lado del disco corrió por cuenta exclusiva de Vincent Montana Jr., Joey Lattanzi y Ross Matico, quienes se encargaron de entregar unos temas que, en honor a la verdad, cuestan mucho escuchar y digerir.
Como mencionamos anteriormente, Fania Records estaba en el umbral de su debacle, aunque esto no le impediría seguir produciendo sus discos de estudio con los All-Stars en la década de los ochenta.
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Su relación con CBS-Columbia, si bien fue comercialmente infructuosa, fue compensada por el valioso salto de calidad que experimentó la forma de producir su música, aun cuando otros géneros comenzaban a ocupar los primeros puestos de las listas musicales en el mercado latino.
Sin embargo, a nivel musical, esto le permitió a los músicos de la Fania y sus producciones entre 1979-1981, reconciliarse con el público hispano al obtener un sonido mucho más maduro, que aún después de 40 años sigue escuchándose vigoroso y contundente. Un sonido de culto que se encargó de sentar las bases para la concepción de la nueva onda salsosa en el futuro, donde nuevos movimientos como la salsa romántica o cosmética llegaría a finales de los 80’s influenciada por el pop y la balada.
Escucha el disco completo aquí:
Acabo de escuchar el álbum hoy 04.08.2023. Me encantó
Qué bueno que Spotify lo cargó en su plataforma.
Saludos desde Lima-Perú
Gracias por la información. Importante e interesante para entender el disco y su contexto. Saludos desde Trujillo. Perú.